Por Charon Normand-Widmer
En el vasto tejido de la existencia humana, nuestras vidas están intrincadamente entrelazadas con los hilos de la cultura. Desde los idiomas que hablamos hasta las costumbres que observamos, la cultura moldea nuestras percepciones, creencias y comportamientos de formas profundas. Sin embargo, en medio de la rica influencia cultural, yace una fuerza oculta que a menudo pasa desapercibida: nuestro condicionamiento cultural.
El condicionamiento cultural se refiere al proceso por el cual las personas internalizan las creencias, valores y normas de su sociedad o grupo cultural. Desde el momento en que nacemos, estamos inmersos en un mar de mensajes que moldean sutilmente nuestras identidades y dan forma a nuestra visión del mundo. Sin embargo, tomar conciencia de nuestro condicionamiento cultural es un viaje transformador que requiere introspección, apertura y disposición a cuestionar el status quo.
El primer paso para desentrañar las capas del condicionamiento cultural es reconocer su existencia. Como peces nadando en el agua, a menudo no somos conscientes de las corrientes culturales que fluyen a nuestro alrededor, moldeando nuestros pensamientos y acciones. Los niños menores de 6 años tienen poco o ningún proceso de filtrado; absorbemos los pensamientos y creencias de nuestra primera estructura socializadora: nuestra familia de origen. Sin embargo, al dar un paso atrás y observar nuestros propios comportamientos y creencias con curiosidad y objetividad, podemos comenzar a reconocer la influencia de la cultura en nuestras vidas.
La auto-reflexión es una herramienta poderosa para descubrir las creencias y prejuicios arraigados dentro de nosotros desde la infancia. Al examinar los mensajes que hemos recibido de la familia, de los medios de comunicación, de la educación y de la sociedad, podemos identificar los estándares culturales que han estado presentes en nuestras vidas. Este proceso requiere valentía y honestidad, ya que enfrentamos aspectos de nosotros mismos que pueden resultar incómodos o difíciles de reconocer.
De niña nunca pensé mucho sobre el condicionamiento cultural. Era simplemente el aire que respiraba, el agua en la que nadaba. No fue hasta que me aventuré en el mundo exterior que comencé a notar sus efectos sutiles, y no tan sutiles, en mis pensamientos, creencias y comportamientos. Crecer en una comunidad cristiana fundamentalista me llevó a creer que nuestras creencias eran correctas y que los demás estaban equivocados. No fue hasta que fui a la universidad y comencé mis estudios de antropología cultural que me di cuenta de que “cultura” significaba un conjunto de creencias y prácticas transmitidas de una generación a la siguiente, que las culturas son muchas y variadas, y que pueden coexistir pacíficamente.
Se me asignó la tarea de examinar los efectos de mi cultura en mí misma y en mi sistema de creencias. Estaba tan profundamente inmersa en mi sistema de creencias que no podía distinguir dónde terminaba mi cultura y dónde comenzaba yo. ¿Mi cristianismo me definía? ¿Estaba mi identidad ligada a ser afrodescendiente? ¿Estas identidades estaban separadas o entrelazadas?
Aunque luché con la tarea y no obtuve una calificación alta, estoy agradecida por la experiencia; inició para mí un viaje de autodescubrimiento, llevándome a cuestionar cómo formo mi identidad y reconocer los mensajes culturales. Esta tarea marcó el comienzo de mi viaje para examinar críticamente mi propia internalización de normas y creencias culturales.
Es crucial mantenernos conscientes del condicionamiento cultural, especialmente al interactuar con otros que están viviendo desde sus propias influencias culturales. Reconocer que todos percibimos el mundo a través del prisma de nuestras creencias es esencial. Cuando nos encontramos con alguien que está gatillado o experimentando ira, es importante entender que su reacción no se trata de nosotros, sino que se deriva de su interpretación de la situación, que ha sido moldeada por su condicionamiento cultural.
Reconocer que sus creencias sobre los límites, y lo que se presenta como obstáculos para alcanzar sus objetivos, se deriva de mensajes culturales internalizados, nos ayuda a abordar las interacciones con empatía y comprensión. Al crear espacio para sus emociones sin sentir la necesidad de gestionarlas o controlarlas, podemos permitir que ambos sistemas nerviosos procesen el momento presente de manera auténtica y completa. Esta conciencia fomenta interacciones más compasivas y constructivas, enriqueciendo nuestras relaciones a pesar de las diferencias culturales.
Uno de los aspectos más esclarecedores de tomar conciencia de nuestro condicionamiento cultural es reconocer su papel en la formación de nuestras percepciones sobre los demás. Los estereotipos culturales y los prejuicios a menudo tiñen nuestras interacciones con personas de diferentes orígenes, lo que conduce a malentendidos y conflictos. Al examinar nuestros propios prejuicios y desafiar los estereotipos, podemos cultivar empatía y comprensión hacia aquellos cuyas experiencias difieren de las nuestras.
El condicionamiento cultural también influye en nuestros valores y prioridades, moldeando nuestras aspiraciones y metas en la vida. Por ejemplo, el énfasis puesto en el individualismo en las sociedades occidentales puede llevarnos a priorizar el éxito personal y el logro, mientras que las culturas colectivistas pueden priorizar la armonía y la cooperación. Al examinar las raíces culturales de nuestros valores, podemos obtener claridad sobre lo que realmente nos importa y alinear nuestras acciones con nuestro ser auténtico. Es útil tener en cuenta estas influencias al interactuar con los demás.
Tomar conciencia de nuestro condicionamiento cultural no es un evento único, sino un proceso continuo de autodescubrimiento y crecimiento. Requiere humildad, apertura y disposición para desafiar nuestras suposiciones y creencias. Al abrazar la diversidad y buscar comprender las perspectivas de los demás, podemos trascender las limitaciones del condicionamiento cultural y adoptar una visión del mundo más inclusiva y compasiva.
Podríamos ver esto como un viaje transformador que nos capacita para reclamar la agencia sobre nuestras vidas e identidades. Al examinar las influencias culturales que moldean nuestros pensamientos, creencias y comportamientos, podemos cultivar una mayor autoconciencia, empatía y autenticidad. Al hacerlo, abrimos camino a un mundo más interconectado y armonioso, donde se celebra la diversidad y cada individuo es valorado por sus contribuciones únicas al tapiz de la humanidad.