Por Sat Dharam Kaur ND
A lo largo de estos años, he asistido a varios talleres sobre diversidad, equidad e inclusión con el fin de prepararme más para mi trabajo con consultantes y para aplicar lo que aprendo en mi rol de facilitadora de Compassionate Inquiry. Durante la introducción al material del primer taller, mi primera reacción fue preguntar por qué no incluimos a otras especies bajo el paraguas de la diversidad, equidad e inclusión. Seguramente estas palabras se aplican a todas las especies. ¿Cómo podemos considerar los principios de DEI para los humanos sin ver cómo nuestras acciones colectivas afectan a otros seres?
A medida que practicamos los ejercicios del taller para reconocer nuestros juicios y proyecciones inconscientes y creamos espacio para escuchar las experiencias de otras personas en torno a la opresión, no podía evitar extender los principios de DEI a otros animales y me dolía el corazón. ¿Quién está escuchando y respondiendo a la amenaza de la extinción de ballenas, elefantes, chimpancés y otras miles de especies?
El tema del segundo taller de DEI era “Las capas de la identidad”. La sugerencia es que existen tres tipos de identidades: 1) identidad individual; 2) identidad grupal; 3) identidad humana. Nuevamente, esto me sonaba incompleto. Creo que deberían haber al menos dos capas más de identidad en la ecuación: ecoidentidad e identidad universal, las cuales describiré más adelante.
Exploremos las 5 capas de la identidad. A medida que avanzamos, te invito a explorar tus 5 capas y cómo se relacionan unas a otras.
1. Primera capa: identidad individual
La identidad individual se refiere a aquello que nos hace únicos, que nos diferencia de los demás. Se refleja en nuestros rasgos de personalidad, apariencia, valores; en lo que te gusta hacer en tu tiempo libre, tu profesión, tus objetivos, tus preferencias de música y comida, tus libros favoritos, habilidades creativas y emprendimientos intelectuales.
Aquello que te hace único está determinado por tus genes, por las influencias epigenéticas de tus ancestros, y está formado por tu entorno de la niñez, incluyendo lo que te sucedió en entornos familiares, escolares, en tu barrio, comunidad y país. Este aspecto también se verá influenciado por la cultura, política, geografía e historia del lugar donde naciste. La expresión de lo que te hace único también depende de tu conciencia, tus oportunidades, tu estatus socioeconómico y tu agencia.
Todos merecemos tener la libertad de expresarnos, ser vistos, escuchados, comprendidos y amados por lo que nos hace únicos, sin necesidad de conformarnos o de hacer un esfuerzo por ser aceptados. Nuestra singularidad se suma a la riqueza, a la resiliencia y a la diversidad de las comunidades que habitamos. Buscamos crecer, descubrir lo que es posible para nosotros y expandirnos para transformarnos. En algunos ambientes nuestros rasgos únicos son bienvenidos, valorados, alentados y respetados; en otros espacios, estos mismos rasgos pueden ser ridiculizados, ignorados, reprimidos u oprimidos. Podemos haber internalizado nuestros juicios hacia otros en la niñez, y este acto de autodesprecio limita nuestra autoexpresión cuando somos adultos. Cuando ofrecemos aceptación, curiosidad, compasión y comprensión a otras personas, podemos apreciar y valorarlas por aquello que las hace únicas.
Algunos aspectos singulares de mí son mi amor por el bosque y por ver las cosas crecer, mi apreciación y sensibilidad al color, mis huesos fuertes, mis ojos cafés, mi talento para escribir y enseñar, y mi forma de disfrutar de viajar y de las aventuras.
¿Cómo describirías tu identidad individual? ¿Cómo expresas tu singularidad? ¿En qué ambientes te sientes libre de expresarte y en cuáles te retraes? ¿Qué te impide expresarte?
2. Segunda Capa: identidad grupal
La identidad grupal se relaciona a lo que tenemos en común con algunas personas: nacionalidad, etnia, cultura, género, orientación sexual, habilidad, religión, estatus socioeconómico, edad, afiliación política, estudios o nivel de educación. Algunas de estas identidades grupales nos son asignadas al momento de nacer o las asumimos dependiendo de dónde vivimos, mientras que otros las escogen. Algunas nos las ganamos, como la educación universitaria o el nivel de rendimiento físico, mientras otras no, como la identidad étnica y la altura; algunas son aprendidas, como las creencias religiosas, y otras las obtenemos tras observar lo que hacen otras personas a nuestro alrededor, como sucede con los prejuicios raciales. Algunas vienen con poder y privilegios, como por ejemplo ser hombre, tener mayor potencial económico o ser una persona blanca, mientras que otras no.
Ciertas identidades grupales se mantienen constantes a lo largo del tiempo, como el color de la piel y la etnicidad, mientras que otras pueden cambiar, como pertenecer a un partido político, religión o posición socioeconómica. Pertenecer a un grupo puede generar seguridad, confianza y conexión, o puede generarnos orgullo, ira, pena o vergüenza, dependiendo de las acciones del grupo o de las reacciones del grupo de oposición.
Nuestra afinidad hacia un grupo particular nos puede predisponer a adoptar una percepción o estereotipo negativo hacia los miembros de otro grupo. Este juicio inconsciente tiene como consecuencia los prejuicios, la discriminación o comportamientos de exclusión hacia las personas de afuera en base a características como la raza, etnicidad, género, religión, creencias políticas, nacionalidad, edad o posición socioeconómica. Puede ser difícil ser leal a un grupo y a la vez ser empático, curioso y abierto a las perspectivas de un grupo distinto. Estamos condicionados a tomar lados.
Cuando nos identificamos con un grupo en particular, puede ser difícil dejar el grupo aun cuando no es cómodo quedarse. Esto se da por la cantidad de tiempo que hemos invertido en esta identidad, el costo financiero o emocional de dejar el grupo, el miedo al juicio de otros, el aislamiento de dejar a nuestros amigos y conocidos, o los riesgos y el peligro de separarse del grupo, que puede ser una familia, un partido político o un grupo religioso, para nombrar unos pocos.
Un grupo saludable satisface nuestra necesidad de pertenencia y puede convertirse en el contenedor relacional donde podemos ser vulnerables, compartir nuestras emociones, explorar nuestros gatillos, expresar nuestra autenticidad y creatividad, desarrollar nuestros talentos y capacidades, y sanar algunas de las heridas de la niñez que experimentamos en nuestra familia de origen. Un grupo dañino puede generar lo contrario.
Algunas de mis identidades grupales incluyen ser canadiense, interactuar con mi familia y amigos, tener descendencia polaca, ser parte de un grupo de instructores de yoga, tener un rol en la comunidad de Compassionate Inquiry, ser mujer, madre y tener una profesión naturopática.
¿Cuáles son tus identidades grupales? ¿Hay grupos a los que estás en contra por el grupo al que perteneces? ¿Cómo aviva tu identidad individual a la identidad del grupo?
Cada vez que avanzamos a la siguiente capa de identidad, hay una amenaza potencial a nuestra seguridad. A medida que tu identidad individual entra en contacto con una identidad grupal, surgen las siguientes preguntas: ¿Será que el grupo me acepta? ¿Puedo ser yo mismo en el grupo? ¿El grupo va a poder satisfacer mis necesidades? ¿Puedo establecer límites para proteger aspectos de mi identidad individual? Si expreso mis ideas, ¿me van a ridiculizar o juzgar? ¿Se espera que actúe de cierta forma que no está alineada a mis valores? ¿Me sentiré protegido por el grupo? ¿Qué espera el grupo de mí y puedo cumplir esas expectativas? ¿Será castigada si no cumplo con lo que se espera de mí? ¿Cómo voy a beneficiar al grupo? ¿Este grupo me va a rechazar?
La identidad individual absorbida por una identidad grupal saludable logra una mayor conexión, significado, oportunidad de aprendizaje y crecimiento, autorrealización, autoexpresión, compromiso social y seguridad. Este es el clima que buscamos crear en la comunidad de Compassionate Inquiry community.
3. Tercera capa: identidad humana
La identidad humana refleja lo que tienes en común con todas las personas. Cuando vemos a los demás como “seres humanos”, experimentamos un lazo en común y reconocemos que todos tenemos sentimientos, cuerpos, necesidades, derechos y aspiraciones a pesar de nuestras diferencias en el color de la piel, género, tamaño, edad, raza, religión o educación.
Un aspecto hermoso del proceso de Compassionate Inquiry es reconocernos en otras personas, ya sea en nuestros clientes u otros participantes del curso. Cuando exploro un problema con un consultante, aprendo algo de mí misma –tenemos los mismos problemas aunque venimos de contextos distintos–. Como seres humanos compartimos experiencias emocionales, como el duelo después de perder a un ser querido, alegría cuando nace un bebé, rabia frente a la opresión y la injusticia, y miedo antes de un examen o de hablar en público.
Puede que vivamos en países con distintas estructuras políticas y económicas que llevan a la desigualdad, pero a pesar de esto, nos enfrentamos a retos humanos como los problemas relacionales; inestabilidad financiera; cambios de carrera; encontrar comida y vivienda; responsabilidades familiares y estrés; y preocupaciones por el estado de nuestra salud. Muchos de nosotros experimentamos eventos traumáticos de niños sin importar en qué parte del mundo vivimos. Estos traumas incluyen el abuso sexual y físico, la negligencia, el divorcio de los padres, un miembro de la familia con adicción o la exposición a la violencia doméstica.
Pasamos por los mismos ciclos, desde el nacimiento hasta la muerte, el desarrollo infantil, la adolescencia, la juventud, la adultez, la mayoría de edad, la vejez y el proceso de morir. Cada una de estas fases requiere de adaptación, guía y apoyo. Todos los seres humanos atravesamos procesos similares de desarrollo, psicológicos y fisiológicos a medida que avanza nuestra vida.
La Declaración Universal de los Derechos Humanos asumida por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1948 reconoce los derechos universable e inalienables de todos los seres humanos, incluido el derecho a la vida; a la libertad de la discriminación; la libertad de expresión; la libertad de tener una práctica religiosa; el acceso al agua limpia, vivienda y comida; y el derecho al acceso a la salud y educación. Mientras que el reconocimiento y la protección de los derechos humanos varía entre países y regiones, y hacen mucha falta en el mundo actual, los principios consagrados en estos instrumentos internacionales afirman la dignidad inherente, la igualdad y los derechos de todos los seres humanos, sin importar su raza, etnia, género, religión o habilidad.
Los seres humanos crean arte, literatura, danza y cultura que otros seres humanos pueden apreciar, más allá de su origen y cultura. Todos los humanos necesitan relaciones, familiares, amistades y comunidades que nos brinden apoyo, compañía, una sensación de pertenencia y oportunidades para colaborar y compartir experiencias. Estamos programados para la conexión y la empatía.
Mientras haya diversidad genética en la humanidad, compartimos una herencia genética que nos une como especie. Esta similitud genética subyace en nuestros rasgos biológicos compartidos, nuestra historia evolutiva y nuestra capacidad de cooperar, comunicarnos y empatizar con otros. Nuestro linaje evolutivo data de los primeros humanos en África hace aproximadamente 200,000 años.
Como ser humano aprecio mi capacidad de mover mi cuerpo, de hacer cosas con las manos y de expresarme a través de la voz y la escritura. Valoro mi libertad de elegir lo que quiero leer y aprender, y de tener una carrera que me llena. Valoro mi capacidad para crear y tomar decisiones que están alineadas con mis valores. Disfruto escuchar las experiencias de otras personas, compartir comida e irme de vacaciones con mi familia.
¿Qué es lo que más valoras de tu humanidad?
Aunque reconozco la lógica de estas tres capas de la identidad, la imagen está incompleta. Ahora describiré la ecoidentidad y la identidad universal.
4. Cuarta capa: ecoidentidad
La ecoidentidad está relacionada a cómo nos percibimos y actuamos en relación al mundo no humano; las formas de vida, elementos y el ambiente que nos rodea. Nosotros y todos los fenómenos naturales vivientes y no vivientes de este planeta nos podríamos denominar “seres terrenales”. Las montañas, los océanos, los corales, los desiertos, ríos y todas las especies están incluidas en esta categoría. Esta es una gran parte de cómo me veo a mí misma –en relación a los árboles, plantas y animales, a la tierra, a los cuerpos de agua, a las formaciones rocosas, al aire y a los patrones del clima–. Le llamo “mi ecoidentidad” y está conectada al paisaje que habito y a los seres vivientes que lo habitan conmigo: los coyotes que aúllan en la noche, los venados que veo cruzar la carretera de camino al trabajo, los gatos ferales que cazan en los prados y las mariposas monarcas que se alimentan del algodoncillo que hemos sembrado para ellas.
Cada una de mis acciones afecta a la tierra, al agua, al aire y a las especies vecinas, también afecta a otros seres humanos y al planeta entero, como hemos visto con la crisis climática generada por los humanos. Creo que una gran parte de nuestro fallo como Homo sapiens es que no nos consideramos en relación a otros seres terrenales. Nuestra mentalidad colonial y patriarcal se basa en dominar, controlar y destruir. Esta falta de relación nos lleva a destruir el planeta sin pensar en el impacto que esto tiene en otras especies, en el agua, la tierra, el aire y el clima que nos proveen nutrientes. Todas estas acciones tienen consecuencias: lo que le hacemos a la tierra nos lo hacemos a nosotros mismos.
Si prestáramos más atención a nuestra ecoidentidad, cambiarían nuestras estructuras sociales, nuestras acciones y nuestros gobiernos. Habría un cambio de paradigma, pasaremos de ser una especie egocéntrica a ser una especie centrada en la Tierra. Estar en relación con nuestra ecoidentidad beneficiaría nuestro ecofuturo colectivo. Me da alegría reconocer que en algunas partes del mundo hay un cambio en esta dirección, hacia reconocer los derechos de los ríos y las demás especies. En años recientes, algunos ríos, incluido el Río Magpie al norte de Québec, sagrado para la Primera Nación Innu; el Río Whanganui en Nueva Zelanda; el Río Klamath en EEUU; el Ganges y el Río Yamuna en la India; y el gran Río Amazonas en Sudamérica, han sido otorgados condición de persona para darles derechos legales contra la minería, la intrusión, la contaminación y las represas hidroeléctricas. La ciudad de Toledo en Ohio, otorgó calidad de persona al Río Erie en 2019 para protegerlo legalmente de la escorrentía agrícola.
Nos queda un largo camino por recorrer para extender este respeto hacia las demás especies. Las Naciones Unidas emitieron un reporte en mayo de 2019 declarando que un millón de especies de plantas y animales estarían extintos o tendrían amenaza de extinción en las próximas décadas. En febrero de 2024, otro reporte de la ONU reveló que 44% de las especies migratorias han sufrido una baja en sus poblaciones, mientras que un 22% están al borde de la extinción. Sus amenazas más grandes son la pérdida de hábitat por actividad humana y la sobreexplotación en relación a la caza y a la pesca. El cambio climático, la polución y las especies invasivas también contribuyen a este problema. La actividad humana no sustentable pone en riesgo el futuro de nuestro planeta y de sus delicados ecosistemas.
En una nota más positiva, en el 2010 se formuló una Declaración para los Derechos de los Cetáceos, la cual declaraba que los delfines y las ballenas son “personas” que merecen tener derechos legales, incluida la libertad de movimiento y residencia y restricciones en torno a la reproducción, captura, matanza o esclavización. Esto inició un movimiento global a favor de los derechos de los cetáceos en el 2012. En el 2013, el Ministerio de Ambiente y Bosques de la India emitió una política que reconoce a los cetáceos (incluidas las ballenas, los delfines y las marsopas) como “personas no humanas” con ciertos derechos. Indica efectivamente prohibió la captura de delfines y otros cetáceos para fines de entretenimiento. En el 2014, Nueva Zelanda pasó una ley que reconoce a ciertos animales, como los grandes simios, delfines y elefantes, como “seres sintientes” con el derecho a vivir libres de dolor y estrés.
Es absurdo y trágico que los sistemas legales y políticos controlados por los humanos sean un requerimientos para declarar los derechos y la potencial supervivencia de las especies que la Tierra ha pasado millones de años perfeccionando. En unos cientos de años una especie dominante ha triunfado para amenazar al planeta en su calidad de organismo vivo. Es nuestra responsabilidad reconocer que los humanos seguimos haciendo daño a la Tierra, y que es necesario construir una ecoidentidad colectiva que preserve, proteja y respete el mundo natural y las demás especies.
¿Cómo describes tu ecoidentidad?
5. Quinta Capa: identidad universal
El círculo externo de estas identidades es lo que llamamos identidad universal, la cual se relaciona a la consciencia o la esencia en todos los seres, aquella que es creativa, divina, pura, entera, indivisible –cual sea el nombre que tú le des–. En esta identidad no existe separación o división. Juntos somos uno con la conciencia. Esta identidad se extiende más allá del planeta Tierra, más allá del espacio-tiempo. No tiene límites y nos incluye a todos. Es omnipresente y local. Va más allá de la mente, el cuerpo y el cerebro, y no se ve afectada por influencias sociales y culturales. Se la puede llamar “conciencia infinita” o “verdadero ser”. La experiencia de este estado unificado es aquella de amor incondicional. Cuando tenemos acceso a nuestra identidad universal, reconocemos que existimos en relación a todo –interdependiente, en comunicación y conectado–. La identidad universal puede abarcar, integrar e informar nuestras demás identidades. Cuando esto ocurre, estamos en armonía con la plenitud.
Cuando nos relacionamos con la identidad universal, reconocemos que lo que decimos, pensamos y hacemos afecta a todo lo demás. Cocreamos juntos como un organismo unificado a través de nuestra conciencia compartida.
¿Cuál es tu experiencia de la identidad universal?
Lo que me gustaría resaltar es que podemos integrar y respetar todas estas identidades a la vez, dentro de nosotros mismos y en las demás personas. Coexisten. Si negamos una, no estamos entendiendo el todo. Igualmente, cuando hablamos con alguien o tomamos en cuenta a otras especies, ríos, montañas o a la naturaleza, podemos ser conscientes de lo siguiente: 1) existimos en relación a ellos y su bienestar está conectado con nuestro bienestar; 2) podemos practicar el concepto de ahimsa, o la no violencia, preguntándonos si nuestra acción o falta de acción tiene un impacto negativo en la otra persona, especie o aspecto natural, y así podemos ajustar nuestras acciones individuales y colectivas de manera acorde; 3) podemos ver a los demás, humanos y no humanos, desde el nivel de identidad del cual se comunican, y podemos entender y responder a sus perspectivas o necesidades específicas mientras somos conscientes de todas las capas de su identidad y de la armonía del todo.