Encontrar el equilibrio entre la conciencia y el autocuidado es un viaje profundo que, por momentos, se ve atravesado por experiencias personales, retos y la voluntad para estar ahí para ti mismo, día tras día.
A la corta edad de diez u once años, me gustaba mucho leer, tanto libros de ficción como no ficción. Tenía la costumbre de indagar en libros sobre salud y nutrición, un hábito que sentó las bases para tener un entendimiento consciente de la importancia de cuidar del cuerpo. Durante este tiempo, los programas de televisión de Richard Simmons y Gilad empezaron a llamar mi atención. A los doce años empecé a tener una rutina de ejercicio consistente, despertándome a las 5:30 de la mañana para ver programas como “Ejercicio en 20 minutos” y “Cuerpos en movimiento” antes de ir al colegio.
Mi compromiso con el ejercicio llegó al siguiente nivel cuando descubrí cómo había influenciado a mi hermano menor. Sin saberlo, él había adoptado una pasión similar por el ejercicio, que luego se transformó en una exitosa carrera como instructor de fitness y entrenador. Un día, al final de su clase de baile, anunció que le debía su éxito a su hermana mayor, ¡a mí! ¡Estaba muy sorprendida y conmovida! La revelación de su gratitud y reconocimiento me sorprendió y me llenó los ojos de lágrimas. Sus palabras me demostraron que el compromiso de una persona con su bienestar y salud, puede tener un impacto positivo en el mundo.
Mi dedicación a hacer ejercicio regularmente también ha representado grandes beneficios para mi salud, especialmente ahora que me acerco a los cincuenta años. Hace veinte que me diagnosticaron prediabetes, pero los ajustes a mi alimentación y el ejercicio constante me ayudaron a superar el diagnóstico. Dos décadas más tarde, me encuentro sin problemas mayores de salud, así que puedo decir con confianza que mi compromiso con una rutina de ejercicio moderada ha servido como medida de prevención contra la enfermedad y ha tenido un poder transformador en mi rutina de autocuidado.
El vínculo entre la actividad física y el bienestar se hace evidente cuando reconocemos que muchos retos a nuestra salud mental vienen de la incapacidad de estar presentes en la realidad actual. Es por eso que promuevo actividades que traen a las personas de regreso a sus cuerpos: ya sea hacer yoga, levantar pesas o recibir un masaje, todas son prácticas que combaten los pensamientos intrusivos asociados a la ansiedad y la depresión, y nos invitan a entrar en un estado mental acuerpado, enraizado y consciente.
Sostener una rutina de autocuidado corporal, sin embargo, no es tarea fácil. Las ocupaciones de la vida, junto con expectativas sociales que priorizan la productividad por sobre la recreación, nos generan obstáculos para dedicarnos más tiempo. En el ámbito cultural más amplio, hay una noción prevalente de que dedicar tiempo al autocuidado no es productivo, es ocioso. En un mundo que prioriza la productividad, la “recreación” es mal vista porque no da resultados cuantitativos inmediatos. El estigma cultural que rodea la cultura de autocuidado, alimentado por la búsqueda insaciable de la productividad, puede llevarnos a sentir vergüenza y culpa cuando queremos dedicar un tiempo para nosotros mismos.
Es por eso que, como terapeuta, aliento a mis consultantes a descubrir actividades de autocuidado que realmente disfrutan. ¿Por qué? Porque la alegría puede ayudarnos a transformar la narrativa, de la vergüenza y la culpa, a una de juego y placer, un lugar más saludable para comenzar. Este cambio de perspectiva se convierte en un elemento importante al nutrir nuestro compromiso con el bienestar a largo plazo.
A medida que profundizo en mi trabajo personal y empiezo a entender mi valor como ser humano, aplicando la compasión hacia mí misma, he podido incrementar el tiempo que le dedico a mi autocuidado. Esto me ha permitido percibirlo como una inversión en mí misma. Darme tiempo para cuidar de mí, para procesar emociones y mantenerme hidratada, se traduce en mi capacidad de estar presente cuando me relaciono con otras personas. La presencia es un valor importante para mí, y es lo que potencia mi rutina de autocuidado. Entender esto me ha permitido trabajar con la vergüenza que siento al descansar, para ver el descanso y el cuidado como un verdadero beneficio para mi vida.
En conclusión, la exploración de la conciencia y el cuidado de mi cuerpo se ha convertido en un viaje con muchas facetas. Empezando por las influencias tempranas, evoluciona a medida que aprendemos a superar los retos de la salud física y mental. Sin embargo, una vez iniciado, el viaje es profundo, transformador y alegre. Al comprender directamente el intrincado vínculo entre el bienestar físico y mental, y encontrar la dicha en nuestra exploración, cultivamos un enfoque más holístico de la mejora personal y, al hacerlo, tenemos el potencial de mejorar drásticamente la calidad de nuestro viaje de vida.
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