Por Sat Dharam Kaur ND
Cuando me encuentro por primera vez con un cliente o paciente en una sesión de Compassionate Inquiry, lo que percibo más notoriamente en mí es la curiosidad. Quiero saber quién es la persona, qué es lo que quiere explorar y cómo su situación actual llegó a ser la que es. Cada nuevo encuentro es un viaje que emprendemos juntos, quizás sin certeza de cuál será nuestro destino final, pero con la confianza de que el camino nos llevará precisamente donde debemos llegar.
La confianza en el proceso es lo que más me emociona –existe una sensación de espontaneidad y novedad que puede resultar muy estimulante–. Nunca sé qué esperar. Lo que surge es impredecible y necesito ser perceptiva, estar presente y consciente para poder responder a cada momento a medida que se desarrollan.
Cuando tenía veinte y tantos años, un amigo me invitó al aeropuerto de Guelph, en Ontario, para hacer parapente. Acepté su invitación. Una avioneta remolcó nuestro parapente por la pista con una cuerda y nos elevó en el aire. Una vez arriba, se soltó el anclaje. Ahí estábamos, suspendidos, sin motor, nada de qué depender, ni un solo sonido excepto el soplo del viento, y nada que hacer más que navegar las corrientes de aire. Elevados por la presión del aire y las térmicas cálidas desde abajo, suavemente saltábamos de una a otra, navegando varias millas, confiando en que las corrientes nos llevarían hasta el momento en que decidiéramos descender. ¡Fue muy excitante!
Compassionate Inquiry también es así: no hay agenda; se trata de responder a lo que surge de un momento al siguiente. La guía es una fuerza misteriosa e invisible que existe entre el terapeuta y el cliente, y está alineada a la intención que el cliente establece al iniciar la sesión. Cuando esa intención se ha dicho en voz alta, y tanto el terapeuta como el cliente la entienden y están de acuerdo, es como si, en cierto nivel, ya hubiésemos llegado a nuestro destino. A partir de ahí, suelto la cuerda y permito que el poder de las palabras de aquella intención sea el que guía la sesión. Lo que sigue es una travesía creativa, pero no tengo duda de que, al final, aterrizaremos en el lugar correcto.
A lo largo de la sesión, lo que guía la línea de indagación es mi presencia empática constante, la sintonización con el cliente, la apertura y la aceptación de lo que pueda surgir, combinadas con una cualidad de curiosidad compasiva. Compassionate Inquiry se trata de hacer la pregunta adecuada en el momento adecuado, de entrar más profundo en la experiencia somática del cliente, permitiéndole sentir lo que está reprimido, y expresar lo que no se ha expresado. A lo largo del camino, puede que notemos las “señales” –confesiones que se hacen notar en el cambio de una frase, o en el ajuste del lenguaje corporal que nos permiten saber cuando una astuta creencia inconsciente ha asumido el control del cliente–. Estas pueden ser exhumadas y llevadas a plena luz del día para que las notemos y las cuestionemos. A lo largo de varias sesiones, las creencias inconscientes pierden poder y se transforman de monstruos a malvaviscos. Nunca fueron ciertas en primer lugar y es increíblemente liberador cuando finalmente nos damos cuenta de eso.
El contenedor que para la relación que se desarrolla entre el terapeuta y el cliente es el parapente, es el transporte que lleva a ambos pasajeros de una sesión a la siguiente. Se fortalece a través de respeto mutuo, sintonía, pedir permiso, cuidado, confianza, colaboración, transparencia, bondad, entendimiento, escucha profunda, gentileza y autenticidad. Cuando estas cualidades están presentes en la alianza terapéutica, tanto el cliente como el terapeuta se sienten libres durante y después de la sesión. El viaje es verdaderamente extraordinario.
Sat Dharam Kaur ND